lunes, 31 de agosto de 2009


Los aeropuertos me llenan de tristeza. Están cargados por las penas de las despedidas que allí se acumulan, gente que marcha llevándose un rastro de vida tras de sí. Como Humphrey Bogart (Rick Blaine) en Casablanca me vi una vez despidiendo el avión en el que huía una mujer que no iba a volver. Malherido prometí no dejar marchar a más mujeres, una promesa perdida como tantas, como la de retirarme a tiempo, como la de no perder tu rastro, como la de sobrevivir a tu ausencia... Pero yo no era duro y sentimental como Rick Blaine ni ella tan dulce y maldita como Ilsa Lazlo, ni ella vestía de azul, ni ellos de gris, así que quizá sea otro el final de esta película, quizá la niebla se disipe y deje ver el final del aeropuerto. Eso sí, puede que este sea el comienzo de una hermosa amistad.






I.S

2 comentarios:

  1. hace poco, hablando sobre la libertad que da el mar te comenté que para mí la libertad estaba en un avión, allí es donde se cumplen la mayor parte de los sueños, los aeropuertos no son tristes para mí, una estación de autobús lo es aún más (la última vez vi tres despedidas simultáneas).
    Como te decía, alguien le dijo a mi personaje (el de mi última entrada) por qué se iba, lo que pasa que es un secreto. Ya te lo contare chica.

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  2. Demasiadas despedidas en las estaciones...

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