lunes, 18 de enero de 2010

FIN.

[...]¿De quién huyes? Por el hado, esto es lo último que decirte puedo.»

Con tales palabras Eneas trataba de calmar el alma

ardiente de torva mirada, y lágrimas vertía.

Ella, los ojos clavados en el suelo, seguía de espaldas

sin que más mueva su rostro el discurso emprendido

que si fuera de duro pedernal o de roca marpesia.

Se marchó por fin y hostil se refugió

en el umbroso bosque donde su esposo primero, Siqueo,

comparte sus cuitas y su amor iguala.[...]



Eneida,Virgilio

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